A medida que se prolongaba el impacto de la Covid-19, me empezaron a llegar trabajos de traducción de una página web oficial del sector del turismo.
Como es bien conocido, España es un país turístico de primer orden.
Páginas en japonés de la página web mencionada se construyeron apresuradamente con un presupuesto considerable para la recuperación del sector turismo, que se había visto muy afectado por el Covid-19, y para que volvieran de algún modo los turistas al país.
Así que, por aquel entonces, no paraba de recibir encargos.
Parecía haber mucha presión para que se publicaran cuanto antes todas las atracciones turísticas de España, así como toda la información que las acompañaba.
Como traductora colaboradora, recibía los paquetes creados en SDL Trados (una herramienta de ayuda a la traducción) del gestor de proyectos, y en cuanto terminaba el trabajo, tenía que devolverlos en repetidas ocasiones.
Los plazos eran bastante ajustados para el volumen de trabajo, y cuando se acercaba la fecha límite, llegaba el siguiente y mientras traducía aquello, llegaba otro.
Como llevaba poco tiempo utilizando SDL Trados, al principio no estaba familiarizada con la herramienta, por lo que cometía errores al enviar los paquetes, causando problemas al gestor de proyectos.
Al cabo de un tiempo, el revisor me daba una evaluación de mi trabajo, que era bastante dura, y me deprimía cada vez al principio.
En algunos proyectos de traducción, hay varias normas que el cliente quiere que se cumplan con respecto a la traducción, y este sitio web tenía un cierto estilo que había que seguir.
Como no recibía más que evaluaciones duras, me di cuenta de que a los revisores no les gustaba mi estilo de traducir, así que empecé a utilizar la redacción de artículos que ya habían sido traducidos y publicados como modelo para mis propias traducciones.
Eso funcionó, pero me pareció que los revisores tendían a preferir una traducción más literal del texto original, así que continué siguiendo el estilo deseado, al mismo tiempo que intentaba crear expresiones que resultaran naturales y atractivas para los lectores.
Al cabo de poco más de un año, empecé a recibir respuestas con un 80% de máxima puntuación o casi perfectas, y me complacía pensar que estaba mejorando en la realización de traducciones más naturales, sin dejar de utilizar la redacción preferida por los correctores.
Pero, a partir de cierto momento, dejaron de llegarme encargos.
Recuerdo que justo antes de eso, la misma agencia me pidió que opinara de una traducción automática (TA) porque quería saber hasta qué punto se podía aplicar, y la que me dieron era una traducción literal que, aunque se entendía, es decir, que no era una traducción errónea, tuve que decir que era pésima para transmitir el encanto de España.
Creo que o bien comenté que no era muy útil porque al final todo tenía que ser revisado y reescrito por un ser humano para que sonara natural, o bien envié el resultado de la revisión, que estaba lleno de correcciones que rozaban la reelaboración de todo el texto.
Al final, parece que mi opinión no se tomó en serio, e imagino que la agencia probablemente se decantó por la traducción automática (TA) a partir de ese momento.
No sé cuántos colaboradores japoneses habían participado hasta entonces en la construcción de las páginas en japonés, pero debieron de ser bastantes, así que el cambio a la traducción automática (TA) habría supuesto una reducción significativa de los costes.
Después estuve tan ocupada con una cosa y otra que me olvidé por completo de este sitio web, pero el otro día, por casualidad, volví a visitarlo.
El resultado fue… bueno, no pude evitar sentirme incómodo al leer el texto, que parecía haber sido publicado en una traducción automática sin apenas modificar nada.
Aunque su estilo publicitario pueda dejar una fuerte impresión en castellano, si se traduce fielmente al japonés tal cual, no me atraerá mucho a mí, ni a ningún lector japonés.
En cualquier caso, no puedo culpar a los revisores.
Es cierto que la TA puede producir una traducción aproximada.
Sin embargo, cuando se trata de hacer que el texto resulte natural y atractivo para un lector humano, se requiere una revisión cuidadosa y sensata, lo cual puede resultar prácticamente igual que traducir desde cero.
Pedir a un traductor que haga este trabajo por menos de la mitad de la tarifa (lo que se suele pagar por una revisión de TA) es, en mi opinión, una «explotación».
En otras palabras, es un error fundamental utilizar la TA como herramienta para «ahorrar tiempo».
También significa que con demasiada frecuencia se descuida la «optimización para el público destinatario».
Esto se debe a que, aunque es mucho más eficaz utilizar frases típicas japonesas propias de la publicidad, la promoción y las apelaciones, éstas no están incorporadas.
Es posible que algunos de los revisores japoneses de este proyecto estén luchando por intentar cambiar esta penosa situación, pero quizá sea difícil debido a la presión por parte de la agencia, que quiere asegurarse recortes presupuestarios.
El gestor de la página web ha invertido una gran suma de dinero en reforzar el sector y crear páginas traducidas para promocionar España entre los potenciales turistas japoneses.
Pero quizás no se da cuenta de que la calidad, al menos desde mi punto de vista, no es tan alta.
Y eso es una verdadera lástima.
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