Una gimnasta japonesa ha sido expulsada del equipo nacional tras ser vista mientras fumaba y bebía justo antes del comienzo de los Juegos.
Cuando me pongo a pensar en esta movida, no puedo evitar recordar una cosa que ocurrió hace 40 años en una concentracion del equipo de voleibol al que pertenecía en el instituto.
Nuestro entrenador nos había prohibido rotundamente consmir bebidas gaseosas durante la concentracion (una norma ridícula que iba totalmente en contra de las teorías científicas actuales).
Una noche, justo después de que terminara el meeting de sobremesa tras el riguroso entrenamiento habitual, vi a una de mis compañeras comprando una bebida carbonatada en una máquina expendedora.
Al igual que ella, yo era una de los miembros más jóvenes del equipo y, por reflejo, me volví hacia la capitana de mayor edad para ver qué pasaría.
Ya enterada de la situación, su mirada chocó con la mía y me dijo con los ojos: «No pasa nada, hagamos como si no hubiéramos visto nada».
Como capitana, era consciente de que las recién incorporadas estábamos agotadas, no sólo porque teníamos que hacer un entrenamiento muy duro, sino también porque teníamos que cumplir todas las exigencias de las más veteranas, y no culpó a una de las novatas por «saltado las normas» una sola vez.
No pretendo insinuar aquí que esta sanción disciplinaria contra la atleta japonesa fuera excesiva.
Comprendo perfectamente que la presión de ser capitana del equipo olímpico era tremendamente estresante para una joven de 19 años.
Aun así, fue un grave error infringir la ley (se está debatiendo la revisión sobre la definición de menor) y las normas establecidas por la Asociación Japonesa de Gimnasia, ya que iba a competir en el gran escenario de la vida, los Juegos Olímpicos, que es el sueño de cualquier deportista.
Todo ocurrió por un chivatazo.
Esto me pone muy triste, pero pensé, recordando lo sucedido en aquella concentración, que podía haber un trasfondo que desconocíamos, pero que no se podía pasar por alto.
Tuvo que ser una decisión sumamente dolorosa para la Asociación.
Todos cometemos errores, aprendemos de ellos y así nos convertimos en mejores personas.
Quiero enviar mis más sinceros ánimos a la atleta japonesa, que debe de estar pasando por un momento difícil, y espero que regrese al equipo lo antes posible para competir, incluso en las próximas Olimpiadas.
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